127 de Lock Path

¿Alguna vez habéis tenido la sensación de cumplir un sueño? ¿De notar que las lágrimas están a punto de salir y son de completa felicidad? Hoy yo he cumplido uno de los míos. Como alguna gente muy cercana a mí sabe, el 127 de Lock Path es el número de la casa de Catherine Laia Lauren, personaje de mi segunda novela del género épico-fantástico.

Todo comenzó un día escuchando la canción que ahora mismo suena en el reproductor de música de este blog, y fue cuando comencé este libro. Cogí un mapa de Europa y cerré los ojos.

Pasé por su superficie mi dedo índice y cuando los abrí, se encontraba en el pueblo de Windsor, Inglaterra. Acto seguido, abrí el Google Earth y puse en pantalla todo el pueblo. Hice lo mismo. Caí en una calle que se llamaba Lock Path y me salio del alma ponerle el número 127, porque si miráis en Google Maps, en esa calle solo se ven árboles y ninguna casa.

Hace unos 5 meses que empecé mi segundo libro y en ningún momento tenía en mente viajar a Londres, pero parece ser que nuestro destino, al menos parte de él, se encuentra escrito en las estrellas. Pedí la beca de estudios del Ministerio de Educación, y hace tres días en la estación de Waterloo leí que había trenes hasta Windsor y no me lo pensé dos veces.

Cuando arrancó el tren hoy a las 10:58 de la mañana, noté como mi corazón latía cada vez más rápido a medida que cogíamos velocidad. Una hora en tren, unos minutos perdido por Windsor, y estaría delante de algo que significa mucho para mi.

Os parecerá una tontería pero lo primero que hice una vez allí fue buscar una tienda de estilografía o una librería, y os preguntareis porqué. Es sencillo. Este sitio forma ahora parte de mí y necesitaba algo para recordarlo siempre, y es que un escritor sin un bolígrafo o una pluma...

Después comencé a caminar por la carretera hasta llegar a Lock Path y cuando la vi, me falto muy poco para caer de rodillas al suelo. Allí se alzaba, no tal cual la había descrito en mi libro pero sí muy similar.

Puse mis cascos, puse la misma canción que sonaba cuando comencé mi libro, y que suena ahora mismo. Miré con la mirada vidriosa aquella casa y su finca, y me dije a mi mismo:

 "Miguel Mahía, bienvenido a los cimientos de tu imaginación. Bienvenido a la casa de Catherine y Virginia Lauren"


Entradas populares de este blog

No enemies

Las pilas de Nesperino

Ratón y mantequilla